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 LOS QUE VEN MÁS ALLÁ .-

23 May

                                                                        ¡Ay!, aunque no creas, algo hay…

El joven Rolando García es un periodista recién recibido. Con grandes sacrificios logró estudiar y obtener su título. Pasó bastante tiempo buscando un espacio donde ejercer su profesión y recién, hace unos días, ha logrado un empleo estable y fascinante. Le asignaron que investigue facultades especiales de la gente común. En sus encuestas se hallan tarotistas, clarividentes y astrólogos, que han invadido los medios de comunicación y hasta se organizan talleres y espectáculos, con gran éxito. La magia está siempre de moda y, ahora, contrarresta el avance tecnológico que agobia con tanta novedad.

Rolando está casado con Martina, embarazada con cinco meses de gestación. Disfrutan del amor familiar y sus proyectos en común giran alrededor de la criatura por llegar. Ahora ya recibido y con ocupación, les ha llegado la hora de disfrutar de la vida que tanto han programado.

La vecina del piso de abajo, la señora Gala, los estima y les desea lo mejor. Ella, con el sólo interés de darle una primicia, le habla de un vidente que trabaja en su empresa. Es un obrero llamado Luis y siempre suele ser muy discreto. Ella lo ha convencido para que se preste a dialogar con Rolando y ha concertado un encuentro para dentro de dos días por la mañana.

Rolando se presenta tal cual lo acordado y tanto Gala como Luis lo esperan.

– ¡Buenos días!, ¿Don Luis?

– ¡Sí!

Ambos se presentaron y el reportero, para entrar en confianza, le contó algunos pasajes importantes de su vida.

– ¡Mucho gusto!, soy Rolando García, reportero de la televisión y vecino de la señora Gala. Es mi primer reportaje, le pido disculpas por mi nerviosismo.

– Lo estaba esperando aunque yo no quería hablar de nada y con nadie. ¡Compréndame! Fue la señora Gala quien me pidió que lo hiciera como un favor especial. No me gusta decir ciertas cosas y además no sé explicarlas bien, no soy muy preciso, soy una persona con poco estudio.

-Lo ayudaré para que pueda expresarse y editaré lo mejor que pueda, bien prolijo, con el objeto de que sus comentarios sean claros, no ofensivos y no controvertidos.

-¡Gracias! La señora es mi jefa y me ha dicho que es usted único y veraz, en quien puedo confiar y en que no quedaré mal ante la gente. Me enojan los mentirosos y charlatanes, que hay muchos y no quiero ser como esos.

Ella sabe que no me gusta mentir.

Hay muchos que se dicen clarividentes, que dicen tener poderes y, la mayoría, son meros charlatanes. No me quiero mezclar en polémicas y discusiones que no llegan a nada. Hay gentes que necesitan y gustan de creer y otros que son lo contrario. No me interesa convencer a nadie. Lo mío es distinto.

-Espere Don Luis, no se apresure. Vayamos por partes. ¿Cómo sintió por primera vez que tenía poderes?

-No tengo poderes, sólo a veces presentimientos. Era un niño de unos ocho años y recuerdo que mi abuela me sorprendió por algo.

– ¿Cómo que lo sorprendió?, ¿qué sintió?

– Algo en ella me hizo verla distinta. Resaltó su belleza, era hermosa, noté que se movió distinto, no sé pero algo me hizo observarla diferente a lo habitual.

-Y usted se manifestó ¿cómo?

-Sólo la miré más que lo acostumbrado. Ella me sonrió porque quizás notó, en mí, una mirada distinta.

– ¿Por qué, dice que vio algo distinto?

– Vi a su cara oscura, ella que siempre estaba iluminada. Casi la desconocía.

– ¿Y luego?

– ¡Luego!, pasaron unos pocos días, tuvo un ataque al corazón y murió. Todavía la lloro.

Hubo un silencio donde reporteado y periodista reflexionaron sobre lo confesado.

– Señor periodista es la primera vez que comento lo sucedido. Años después, buscando respuestas, leí que muchos niños tienen percepciones que con el tiempo y la Educación Racional, hacen olvidar o avergüenzan. Nadie quiere pasar por loco.

-La señora Gala cree en usted, me ha dicho que ella comprobó su potencial, por accidente, en un día de playa.

-Recuerdo ese día. Se me cruzó una pareja y el rostro de la mujer tenía una marca que se elevó sobre su cabeza. Era como una luz blanca. Otra vez la cara oscura. Yo quedé congelado al verla y tuve temblores como de frío. La señora Gala pasaba en ese instante y se quedó mirándome. De pronto la mujer de la marca se desplomó. Yo reinicié mi respiración agitado, casi en estado de shock y eso me delató. Gala me preguntó qué me pasaba y no pude, no supe o no quería responder. No sé qué me pasaba, pero ella percibió lo mío y me lo dijo. – Percibiste su muerte, se nota en tu cara.

 Muchos corrieron a socorrer a la pobre mujer. Ella, Gala, también corrió. -Esta muerta me dijo. Se me acercó y me preguntó si ya estaba mejor. Le dije que sí, aunque impactado por lo sucedido.

– ¿Qué pasó después?

-La señora Gala me invitó a tomar un refresco. De inicio no acepté, ella insistió. Me contó que ella es muy sensitiva por ello me descubrió. Hablamos bastante y me sinceré. Le comenté las muchísimas veces que me ha sucedido y que no sabía cómo ayudar a los señalados. A veces, sólo atino a decirles que se cuiden, jamás les hablo de mi visión. Sólo les pido que sean buenas personas.

– ¿Siempre detecta a la muerte?

– ¡No!, muchas veces detecto enfermedades o futuros padecimientos.

– ¿Hizo consultas sobre sus visiones?

– Traté de hacerlo pero no me atreví a consultar. Esta es la primera vez que me animo a contar a un desconocido mis secretos.

– ¿Hay gente que conoce sus poderes?

– Muy pocos y cercanos. Ellos a veces, aunque saben que no me gusta, me vienen a consultar. Es muy difícil y triste dar malas noticias y muy lindo cuando son buenas.

Ella, la señora Gala, me convenció para este encuentro, dijo que sería anónimo y que podría ser que aquellos con buenos poderes se atrevan a servir a los demás. ¡Así accedí!

-Recuerda ¿cuántas veces tuvo estas premoniciones y si resultaron como usted las percibió?

-No estoy seguro cuántas, pero me ha pasado muchas veces, quizás más de cien ¡y no!, lamentablemente, no he fallado.

– Usted puede verse más allá. ¿Auto-videnciarse?

– ¡No, imposible!

– ¿Sabe que muchos animales perciben o huelen a la muerte?

– ¡Sí, lo sé!, pero no pienso mucho en ello.

El silencio invade la entrevista. Se observan.

De sorpresa sin decir agua va, Rolando le preguntó – ¿Ve algo en mí?

El viejo Luis lo miró fijamente y puso su mano sobre el hombro del muchacho.

Respondió que – ¡Sí!

Con voz temblorosa preguntó – ¿Qué ve?

Pasaron unos segundos interminables. El viejo contestó evitando su voz temblorosa.

-Veo a un joven curioso y con mucho futuro.

Rolando suspiró. Gala y el muchacho se relajaron.

Terminado el reportaje se saludaron y el joven periodista salió dejando a Luis pensativo.

Cuando el joven ya estaba lejos …

 Lentamente las lágrimas invadieron los ojos del viejo. Lloró como si fuera un niño.

– ¿Qué pasa Luis, a qué se debe ese llanto? – intervino la señora Gala.

– Sabe qué, Gala. Estoy muy triste. Tuve que mentir.

– ¡Mentir, usted! ¿A quién le mintió?

-Al joven periodista.

– ¿Cómo que le mintió? Yo escuché toda la entrevista y las historias y respuestas son las que me contó hace mucho tiempo. ¿Acaso me mintió a mí también?

– ¡No!, no mentí en las historias y mucho menos a usted.

– ¿Y entonces?

-El joven Rolando, periodista recién recibido, que espera un bebé, y que con miedo me preguntó qué veía en su futuro.

– ¡Sí! ¿Y?- ansiosa quiso saber.

– Le hablé de su futuro y sólo vi una muerte muy cercan. Ese chico no llega a terminar la semana.

La mujer quedó paralizada, sólo atinó a tomarlo de las manos.

– Lloro por él y por mí. ¡No tengo un “don”, tengo un castigo!

¡Y así sucedió!

 

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